Un corrupto es el que echa a perder y una sociedad corrupta es una sociedad deteriorada”, señaló Monseñor Fernando Chomali, Arzobispo de Concepción, al reflexionar sobre la situación que afecta al país.
“Corromper significa deteriorar, echar a perder. Un corrupto es el que echa a perder y una sociedad corrupta es una sociedad deteriorada. Podemos decir que en Chile, a la luz de los acontecimientos que hemos visto, está deteriorado, y si no lo está, se está deteriorando a pasos agigantados.
Pareciera ser que el tráfico de influencias, el cohecho, la estafa, la extorsión, el engaño, forma parte de la vida del país tanto en el ámbito empresarial como político. La profundidad de esta herida no la conocemos, pero parece que es más profunda de lo que pensamos. Trágico resulta que la herida proviene de personas con altos niveles de educación. Muchos de ellos han estudiado en colegios y universidades católicas. Vergonzoso.
Respecto de la corrupción se pueden hacer lecturas políticas, económicas, sicológicas y sociológicas. Algunos pensarán que se requieren más controles, normas más severas en contra de ellas, etc. Todo eso es válido pero no basta. El problema es más profundo. El alma del hombre está corrompida. Y es el entramado social el que paso a paso lo va corrompiendo.
En efecto, cuantas veces los hijos ven y escuchan a los propios padres mintiendo: “Dile que no estoy” le dice el padre al hijo cuando lo llaman por teléfono y no quiere contestar. La mentira es cotidiana y va corrompiendo el alma. El sistema educativo también corrompe. Cuando nos hacen creer desde muy temprana edad que la vida es una competencia en la que tengo que sacarme mejor nota que el del lado, y cuando el resultado importa más que la manera como lo obtengo, entonces se es capaz de recurrir a múltiples estrategias para obtenerla. Desde la copia hasta la obtención de las pruebas por vías ilegítimas. Si en nuestros propios colegios hiciéramos una gran campaña para que no se copie avanzaríamos mucho.
En el ámbito laboral para algo similar. Cuando el trabajo pierde su dimensión ética y social y lo único que importa es el dinero, que se constituye en un fin en sí mismo y no en un medio para adquirir bienes o bien la legítima recompensa al trabajo bien hecho, hemos dado el primer paso para abrirle camino al ancho mundo de la corrupción. Es lo que hemos visto en Chile en los casos ampliamente conocidos. Cuando el dinero es el valor absoluto en la vida y el poder que ello implica se es capaz de corromper a personas, los sistemas establecidos, y todo cuanto sea necesario. El fin justifica los medios.
Si para lograr ganancias tengo que echar mano a mis contactos, a las influencias que tengo en virtud de la posición social y política que ocupo, cuál es el problema? Cuando en el corazón del hombre el fin es el dinero y el poder, se está dispuesto a todo, aun en perjuicio de los demás. Estos hechos van generando un ambiente de corrupción que se traduce en amiguismos, compadrazgos, solicitud de favores que algún día se pagaran, etc., que no termina nunca. Es un espiral que va generando un ambiente, un ambiente al cual poco a poco todos nos vamos acostumbrando. La falta de virtud personal, el poco reconocimiento de la dignidad del otro, la ausencia del sentido trascendente de la vida, una visión excesivamente economicista de la vida, van generando este modo de vida y de relacionarse. El daño para el tejido social es inmenso y requiere de muchas medidas para poder terminar con él.
El primer lugar para combatir la corrupción es el hogar, la familia. Los padres son los primeros educadores de sus hijos en el arte del buen vivir y el buen obrar. Es allí donde se aprenden las herramientas básicas de comportamiento en relación al otro y a los bienes de tercero. El segundo lugar es la escuela. La educación básica, media y universitaria no puede seguir girando en torno a la competencia. Debe girar en torno al valor de sacar lo mejor de cada uno al servicio de los demás. Buenas notas en el colegio y la universidad de una persona no garantiza de suya bondad personal y sentido de responsabilidad respecto del otro. Ello ha quedado demostrado en estos días. El sistema educativo debe poner el énfasis en la capacidad de compartir del ser humano más que en los resultados. El resultado, la nota debe ser el reflejo del trabajo bien hecho y no un valor en sí mismo.
Pero sobretodo hemos de empezar a reconocernos como seres sociales en cuanto que todo, absolutamente todo lo que haga una persona impacta en el otro, impacta en la sociedad, impacta en el medio. Esa dimensión social de la vida personal es la gran ausente en los escándalos que hemos visto en Chile en este tiempo. Pareciera ser que las ansias desmesuradas de poder y de dinero hacen perder el sentido de realidad y además hace ver al otro como una cosa de la que me puedo servir y no a alguien al cual me debo con lo que soy y con mis actos”.
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