domingo, 29 de marzo de 2015

Evangelio del "Domingo de Ramos" (B) 29 de Marzo 2015. Marcos 14,1-72.15,1-47.

En aquel tiempo faltaban dos días para la fiesta de la Pascua y de los panes Ácimos. Los sumos sacerdotes y los escribas buscaban la manera de arrestar a Jesús con astucia, para darle muerte. 
Porque decían: "No lo hagamos durante la fiesta, para que no se produzca un tumulto en el pueblo". 
Mientras Jesús estaba en Betania, comiendo en casa de Simón el leproso, llegó una mujer con un frasco lleno de un valioso perfume de nardo puro, y rompiendo el frasco, derramó el perfume sobre la cabeza de Jesús. 
Entonces algunos de los que estaban allí se indignaron y comentaban entre sí: "¿Para qué este derroche de perfume? 
Se hubiera podido vender por más de trescientos denarios para repartir el dinero entre los pobres". Y la criticaban. 
Pero Jesús dijo: "Déjenla, ¿por qué la molestan? Ha hecho una buena obra conmigo. 
A los pobres los tendrán siempre con ustedes y podrán hacerles bien cuando quieran, pero a mí no me tendrán siempre. 
Ella hizo lo que podía; ungió mi cuerpo anticipadamente para la sepultura. 
Les aseguro que allí donde se proclame la Buena Noticia, en todo el mundo, se contará también en su memoria lo que ella hizo". 
Judas Iscariote, uno de los Doce, fue a ver a los sumos sacerdotes para entregarles a Jesús. 
Al oírlo, ellos se alegraron y prometieron darle dinero. Y Judas buscaba una ocasión propicia para entregarlo. 
El primer día de la fiesta de los panes Acimos, cuando se inmolaba la víctima pascual, los discípulos dijeron a Jesús: "¿Dónde quieres que vayamos a prepararte la comida pascual?". 
El envió a dos de sus discípulos, diciéndoles: "Vayan a la ciudad; allí se encontrarán con un hombre que lleva un cántaro de agua. Síganlo, 
y díganle al dueño de la casa donde entre: El Maestro dice: '¿Dónde está mi sala, en la que voy a comer el cordero pascual con mis discípulos?'. 
El les mostrará en el piso alto una pieza grande, arreglada con almohadones y ya dispuesta; prepárennos allí lo necesario". 
Los discípulos partieron y, al llegar a la ciudad, encontraron todo como Jesús les había dicho y prepararon la Pascua. 
Al atardecer, Jesús llegó con los Doce. 
Y mientras estaban comiendo, dijo: "Les aseguro que uno de ustedes me entregará, uno que come conmigo". 
Ellos se entristecieron y comenzaron a preguntarle, uno tras otro: "¿Seré yo?". 
El les respondió: "Es uno de los Doce, uno que se sirve de la misma fuente que yo. 
El Hijo del hombre se va, como está escrito de él, pero ¡ay de aquel por quien el Hijo del hombre será entregado: más le valdría no haber nacido!". 
Mientras comían, Jesús tomó el pan, pronunció la bendición, lo partió y lo dio a sus discípulos, diciendo: "Tomen, esto es mi Cuerpo". 
Después tomó una copa, dio gracias y se la entregó, y todos bebieron de ella. 
Y les dijo: "Esta es mi Sangre, la Sangre de la Alianza, que se derrama por muchos. 
Les aseguro que no beberé más del fruto de la vid hasta el día en que beba el vino nuevo en el Reino de Dios". 
Después del canto de los Salmos, salieron hacia el monte de los Olivos. 
Y Jesús les dijo: "Todos ustedes se van a escandalizar, porque dice la Escritura: Heriré al pastor y se dispersarán las ovejas. 
Pero después que yo resucite, iré antes que ustedes a Galilea". 
Pedro le dijo: "Aunque todos se escandalicen, yo no me escandalizaré". 
Jesús le respondió: "Te aseguro que hoy, esta misma noche, antes que cante el gallo por segunda vez, me habrás negado tres veces". 
Pero él insistía: "Aunque tenga que morir contigo, jamás te negaré". Y todos decían lo mismo. 
Llegaron a una propiedad llamada Getsemaní, y Jesús dijo a sus discípulos: "Quédense aquí, mientras yo voy a orar". 
Después llevó con él a Pedro, Santiago y Juan, y comenzó a sentir temor y a angustiarse. 
Entonces les dijo: "Mi alma siente una tristeza de muerte. Quédense aquí velando". 
Y adelantándose un poco, se postró en tierra y rogaba que, de ser posible, no tuviera que pasar por esa hora. 
Y decía: "Abba -Padre- todo te es posible: aleja de mí este cáliz, pero que no se haga mi voluntad, sino la tuya". 
Después volvió y encontró a sus discípulos dormidos. Y Jesús dijo a Pedro: "Simón, ¿duermes? ¿No has podido quedarte despierto ni siquiera una hora? 
Permanezcan despiertos y oren para no caer en la tentación, porque el espíritu está dispuesto, pero la carne es débil". 
Luego se alejó nuevamente y oró, repitiendo las mismas palabras. 
Al regresar, los encontró otra vez dormidos, porque sus ojos se cerraban de sueño, y no sabían qué responderle. 
Volvió por tercera vez y les dijo: "Ahora pueden dormir y descansar. Esto se acabó. Ha llegado la hora en que el Hijo del hombre va a ser entregado en manos de los pecadores. 
¡Levántense! ¡Vamos! Ya se acerca el que me va a entregar". 
Jesús estaba hablando todavía, cuando se presentó Judas, uno de los Doce, acompañado de un grupo con espadas y palos, enviado por los sumos sacerdotes, los escribas y los ancianos. 
El traidor les había dado esta señal: "Es aquel a quien voy a besar. Deténganlo y llévenlo bien custodiado". 
Apenas llegó, se le acercó y le dijo: "Maestro", y lo besó. 
Los otros se abalanzaron sobre él y lo arrestaron. 
Uno de los que estaban allí sacó la espada e hirió al servidor del Sumo Sacerdote, cortándole la oreja. 
Jesús les dijo: "Como si fuera un bandido, han salido a arrestarme con espadas y palos. 
Todos los días estaba entre ustedes enseñando en el Templo y no me arrestaron. Pero esto sucede para que se cumplan las Escrituras". 
Entonces todos lo abandonaron y huyeron. 
Lo seguía un joven, envuelto solamente con una sábana, y lo sujetaron; 
pero él, dejando la sábana, se escapó desnudo. 
Llevaron a Jesús ante el Sumo Sacerdote, y allí se reunieron todos los sumos sacerdotes, los ancianos y los escribas. 
Pedro lo había seguido de lejos hasta el interior del palacio del Sumo Sacerdote y estaba sentado con los servidores, calentándose junto al fuego. 
Los sumos sacerdotes y todo el Sanedrín buscaban un testimonio contra Jesús, para poder condenarlo a muerte, pero no lo encontraban. 
Porque se presentaron muchos con falsas acusaciones contra él, pero sus testimonios no concordaban. 
Algunos declaraban falsamente contra Jesús: 
"Nosotros lo hemos oído decir: 'Yo destruiré este Templo hecho por la mano del hombre, y en tres días volveré a construir otro que no será hecho por la mano del hombre'". 
Pero tampoco en esto concordaban sus declaraciones. 
El Sumo Sacerdote, poniéndose de pie ante la asamblea, interrogó a Jesús: "¿No respondes nada a lo que estos atestiguan contra ti?". 
El permanecía en silencio y no respondía nada. El Sumo Sacerdote lo interrogó nuevamente: "¿Eres el Mesías, el Hijo de Dios bendito?". 
Jesús respondió: "Sí, yo lo soy: y ustedes verán al Hijo del hombre sentarse a la derecha del Todopoderoso y venir entre las nubes del cielo". 
Entonces el Sumo Sacerdote rasgó sus vestiduras y exclamó: "¿Qué necesidad tenemos ya de testigos? 
Ustedes acaban de oír la blasfemia. ¿Qué les parece?". Y todos sentenciaron que merecía la muerte. 
Después algunos comenzaron a escupirlo y, tapándole el rostro, lo golpeaban, mientras le decían: "¡Profetiza!". Y también los servidores le daban bofetadas. 
Mientras Pedro estaba abajo, en el patio, llegó una de las sirvientas del Sumo Sacerdote 
y, al ver a Pedro junto al fuego, lo miró fijamente y le dijo: "Tú también estabas con Jesús, el Nazareno". 
El lo negó, diciendo: "No sé nada; no entiendo de qué estás hablando". Luego salió al vestíbulo. 
La sirvienta, al verlo, volvió a decir a los presentes: "Este es uno de ellos". 
Pero él lo negó nuevamente. Un poco más tarde, los que estaban allí dijeron a Pedro: "Seguro que eres uno de ellos, porque tú también eres galileo". 
Entonces él se puso a maldecir y a jurar que no conocía a ese hombre del que estaban hablando. 
En seguida cantó el gallo por segunda vez. Pedro recordó las palabras que Jesús le había dicho: "Antes que cante el gallo por segunda vez, tú me habrás negado tres veces". Y se puso a llorar. 
En cuanto amaneció, los sumos sacerdotes se reunieron en Consejo con los ancianos, los escribas y todo el Sanedrín. Y después de atar a Jesús, lo llevaron y lo entregaron a Pilato. 
Este lo interrogó: "¿Tú eres el rey de los judíos?". Jesús le respondió: "Tú lo dices". 
Los sumos sacerdotes multiplicaban las acusaciones contra él. 
Pilato lo interrogó nuevamente: "¿No respondes nada? ¡Mira de todo lo que te acusan!". 
Pero Jesús ya no respondió a nada más, y esto dejó muy admirado a Pilato. 
En cada Fiesta, Pilato ponía en libertad a un preso, a elección del pueblo. 
Había en la cárcel uno llamado Barrabás, arrestado con otros revoltosos que habían cometido un homicidio durante la sedición. 
La multitud subió y comenzó a pedir el indulto acostumbrado. 
Pilato les dijo: "¿Quieren que les ponga en libertad al rey de los judíos?". 
El sabía, en efecto, que los sumos sacerdotes lo habían entregado por envidia. 
Pero los sumos sacerdotes incitaron a la multitud a pedir la libertad de Barrabás. 
Pilato continuó diciendo: "¿Qué debo hacer, entonces, con el que ustedes llaman rey de los judíos?". 
Ellos gritaron de nuevo: "¡Crucifícalo!". 
Pilato les dijo: "¿Qué mal ha hecho?". Pero ellos gritaban cada vez más fuerte: "¡Crucifícalo!". 
Pilato, para contentar a la multitud, les puso en libertad a Barrabás; y a Jesús, después de haberlo hecho azotar, lo entregó para que fuera crucificado. 
Los soldados lo llevaron dentro del palacio, al pretorio, y convocaron a toda la guardia. 
Lo vistieron con un manto de púrpura, hicieron una corona de espinas y se la colocaron. 
Y comenzaron a saludarlo: "¡Salud, rey de los judíos!". 
Y le golpeaban la cabeza con una caña, le escupían y, doblando la rodilla, le rendían homenaje. 
Después de haberse burlado de él, le quitaron el manto de púrpura y le pusieron de nuevo sus vestiduras. Luego lo hicieron salir para crucificarlo. 
Como pasaba por allí Simón de Cirene, padre de Alejandro y de Rufo, que regresaba del campo, lo obligaron a llevar la cruz de Jesús. 
Y condujeron a Jesús a un lugar llamado Gólgota, que significa: "lugar del Cráneo". 
Le ofrecieron vino mezclado con mirra, pero él no lo tomó. 
Después lo crucificaron. Los soldados se repartieron sus vestiduras, sorteándolas para ver qué le tocaba a cada uno. 
Ya mediaba la mañana cuando lo crucificaron. 
La inscripción que indicaba la causa de su condena decía: "El rey de los judíos". 
Con él crucificaron a dos ladrones, uno a su derecha y el otro a su izquierda. 

Los que pasaban lo insultaban, movían la cabeza y decían: "¡Eh, tú, que destruyes el Templo y en tres días lo vuelves a edificar, 
sálvate a ti mismo y baja de la cruz!". 
De la misma manera, los sumos sacerdotes y los escribas se burlaban y decían entre sí: "¡Ha salvado a otros y no puede salvarse a sí mismo! 
Es el Mesías, el rey de Israel, ¡que baje ahora de la cruz, para que veamos y creamos!". También lo insultaban los que habían sido crucificados con él. 
Al mediodía, se oscureció toda la tierra hasta las tres de la tarde; 
y a esa hora, Jesús exclamó en alta voz: "Eloi, Eloi, lamá sabactani", que significa: "Dios mío, Dios mío, ¿por qué me has abandonado?". 
Algunos de los que se encontraban allí, al oírlo, dijeron: "Está llamando a Elías". 
Uno corrió a mojar una esponja en vinagre y, poniéndola en la punta de una caña le dio de beber, diciendo: "Vamos a ver si Elías viene a bajarlo". 
Entonces Jesús, dando un gran grito, expiró. 
El velo del Templo se rasgó en dos, de arriba abajo. 
Al verlo expirar así, el centurión que estaba frente a él, exclamó: "¡Verdaderamente, este hombre era Hijo de Dios!". 
Había también allí algunas mujeres que miraban de lejos. Entre ellas estaban María Magdalena, María, la madre de Santiago el menor y de José, y Salomé, 
que seguían a Jesús y lo habían servido cuando estaba en Galilea; y muchas otras que habían subido con él a Jerusalén. 
Era día de Preparación, es decir, víspera de sábado. Por eso, al atardecer, 
José de Arimatea -miembro notable del Sanedrín, que también esperaba el Reino de Dios- tuvo la audacia de presentarse ante Pilato para pedirle el cuerpo de Jesús. 
Pilato se asombró de que ya hubiera muerto; hizo llamar al centurión y le preguntó si hacía mucho que había muerto. 
Informado por el centurión, entregó el cadáver a José. 
Este compró una sábana, bajó el cuerpo de Jesús, lo envolvió en ella y lo depositó en un sepulcro cavado en la roca. Después, hizo rodar una piedra a la entrada del sepulcro. 
María Magdalena y María, la madre de José, miraban dónde lo habían puesto. 


Comentario del Evangelio por: Una homilía, atribuida a San Epifanio de Salamina (hacia 403) obispo. Homilía 1 para el domingo de Ramos; PG 43,427ss 
“He aquí que viene tu rey, humilde, montado sobre un pollino, ...(cf Za 9,9)



“Hija de Sión, alégrate!” Goza, Iglesia de Dios; “he aquí que viene tu rey” (Cf Za 9,9). Sal a su encuentro, apresúrate para contemplar su gloria. He aquí la salvación del mundo: Dios viene hacia la cruz, y el Deseado de las naciones (Ag 2,8 Vulgata) entra en Sión. La luz viene, gritemos con el pueblo: “Hosana al Hijo de David. Bendito el que viene en nombre del Señor.” (Sal 117) El Señor Dios nos ha aparecido a nosotros que estábamos en las tinieblas y las sombras de la muerte (Lc 1,79) Se manifestó, resurrección de los que duermen, liberación de los cautivos, luz de los ciegos, consuelo de los afligidos, descanso de los débiles, fuente de los sedientos, vengador de los perseguidos, rescate de los perdidos, unión de los divididos, médico de los enfermos, salud de los descarriados. 

Ayer, Cristo resucitaba a Lázaro; hoy él mismo avanza hacia la muerte. Ayer arrancó a Lázaro de los lazos que lo retenían; hoy, tiende las manos a los que quieren maniatarlo. Ayer, arrancaba a los hombres de la tinieblas; hoy, por los hombres, se adentra en las tinieblas y las sombras de la muerte. Y la Iglesia está de fiesta. Comienza la fiesta de las fiestas, porque recibe al rey, su esposo, porque su rey está en medio de ella.


sábado, 28 de marzo de 2015

¿Por qué es tan niño, mi niño?

¿Por qué es tan niño mi niño?
Y tan grande que parece a veces;
pero su lenguaje tan básico,
demuestran su simpleza.
un hombre, un niño apenas,
Sí que es hombre y bien hombre,
Cómo no he de saberlo yo,
si lo he visto, si lo he sentido,
expresar desde dentro,
su fuerza, su gallardía,
su frenético celo,
como un potro salvaje,
sin vacilos,
sin ataduras,
que frenen su ímpetu.
Es simplemente
su fuerza masculina,
es simplemente su ego,
de hombre joven bello,
que siente, que vibra,
que cuestiona y no entiende.
Tanto se da, tanto cuestiona,
es una bella persona,
que expresa lo que siente,
y le gusta sacar verdades,
con pocas palabras lo logra,
pues así lo he vivido
de cerca, es muy audás
es muy pertinaz,
pero, sólo quiere vivir;
sólo quiere gozar, crear,
ser feliz, es verdad.
¿Por qué es tan niño,
mi hombre niño?

En esta tarde

En esta tarde yo quisiera,
En este tiempo de Cuaresma.
Recordamos lo vivido,
lo nacido, lo creado.
Es Dios el inmolado,
y jamás reconocido.
Por este mundo,
vano e ingrato, que no quiere saber;
y menos reconocer, tanto amor,
tanto donarse en vano.
Para salvarnos del pecado,
y darnos a todos la vida.

Una mujer simple y serena.

En esta tarde quisiera,
contar mis pesadas penas,
que agobian mi corazón,
de mujer  triste y serena.
Espero que algún día,
la alegría llegue a mi vida.
Pues tanta desdicha junta,
No he visto yo en otra vida.
Pero, ¿de qué me lamento tanto,
si mi vida ha sido plena?
He nacido perfecta y entera,
sin grandes ataduras,
que perturben mi actuar,
porque soy sana y soy normal.
Me siento cada día más plena,
una mujer simple y serena,
que no añora grandes cosas.
¡Pero sí quiere una!
Ser feliz y para siempre,
aunque acá ha vivido triste,
solitaria y sin amores,
que comparta sus desdichas,
pues, esa es la premiza,
En la otra vida, Sí.
Pues así lo ha presentido,
es allí con su Marido,
donde muy feliz
y por siempre será,
ya que acá, tan privada está,
de tanto merecimiento,
vayan a otro con ese cuento,
que aquí se goza,
y  se es feliz,
pues yo no lo creo así.
Porque la vida verdadera,
es la que viene pronto,
Mi Señor lo ha prometido,
y esa es la pura verdad,
Gozar por siempre,
y para siempre,
y por toda la eternidad,
de la plena Felicidad,
una mujer simple y serena.
Amén.


Señor Jesús

Señor Jesús, Tú eres mi luz,
Señor Jesus, Usted es mi amor.
Señor Jesús, ayúdeme por favor.
Señor Jesús, proteja mi labor.
Señor Jesús, deme todo su amor.
Señor Jesús, aquí estoy, suya soy. Amén.

domingo, 15 de marzo de 2015

Evangelio del Lunes 16 de Marzo 2015, Juan 4,43-54. IV de Cuaresma.

En aquel tiempo Jesús partió hacia Galilea. 
"El mismo había declarado que un profeta no goza de prestigio en su propio pueblo. 
Pero cuando llegó, los galileos lo recibieron bien, porque habían visto todo lo que había hecho en Jerusalén durante la Pascua; ellos también, en efecto, habían ido a la fiesta. 
Y fue otra vez a Caná de Galilea, donde había convertido el agua en vino. Había allí un funcionario real, que tenía su hijo enfermo en Cafarnaún. 
Cuando supo que Jesús había llegado de Judea y se encontraba en Galilea, fue a verlo y le suplicó que bajara a curar a su hijo moribundo. 
Jesús le dijo: "Si no ven signos y prodigios, ustedes no creen". 
El funcionario le respondió: "Señor, baja antes que mi hijo se muera". 
"Vuelve a tu casa, tu hijo vive", le dijo Jesús. El hombre creyó en la palabra que Jesús le había dicho y se puso en camino. 
Mientras descendía, le salieron al encuentro sus servidores y le anunciaron que su hijo vivía. 
El les preguntó a qué hora se había sentido mejor. "Ayer, a la una de la tarde, se le fue la fiebre", le respondieron. 
El padre recordó que era la misma hora en que Jesús le había dicho: "Tu hijo vive". Y entonces creyó él y toda su familia. 
Este fue el segundo signo que hizo Jesús cuando volvió de Judea a Galilea". 

Comentario del Evangelio por San Juan Crisóstomo (345?-407), presbítero en Antioquía, después obispo de Constantinopla, doctor de la Iglesia. 
Homilía 35, sobre San Juan
“Si no veis prodigios y signos, no creéis.”

    “Si no veis prodigios y signos, no creéis.” (Jn 4,48) El funcionario real parece no creer que Jesús tenga el poder de resucitar a los muertos. “¡Baja antes que muera mi hijo!” (Jn 4,49) Parece que cree que Jesús ignora la gravedad de la enfermedad de su hijo. Por esto, Jesús le reprocha su poca fe, para mostrarle que los signos y prodigios se realizan sobre todo para curar a las almas. Así, Jesús cura al padre que está enfermo del espíritu no menos que al hijo que está enfermo en su cuerpo. Así nos enseña que hace falta unirse a él, no a causa de los milagros, sino por su enseñanza confirmada por los milagros. Jesús realiza los prodigios no para los creyentes sino para los incrédulos.... 

    Una vez en casa, “creyó y toda su familia” (Jn 4, 53) Gente que no había visto nunca a Jesús ni oído hablar, creen en él. ¿Qué nos quiere enseñar el evangelio? Hay que creer en él sin exigir prodigios; no hay que exigir a Dios pruebas de su poder. En nuestros días, ¡cuánta gente muestra un amor mayor a Dios después que su hijo o su mujer hayan experimentado alivio en sus enfermedades! Aunque nuestros ruegos no fueran escuchados, hay que perseverar igualmente en la acción de gracias y la alabanza. ¡Quedemos unidos a Dios en la adversidad y en la prosperidad!


Entre locos y cuerdos


Entre locos y cuerdos

Los locos dan festines
y los cuerdos son los invitados.
Los locos viven inventando mundos
y los cuerdos viven en mundos inventados.
Los locos crean castillos
y los cuerdos los habitan.
Los locos son mitad cielo y mitad tierra
los cuerdos son sólo tierra.
Los locos crean la música
y los cuerdos sólo la escuchan.
Los locos son personajes
y los cuerdos son actores.
Los locos son poesía
y los cuerdos quienes redactan.
Los locos son la pintura
y los cuerdos sólo pintan.
Los locos viven en muchos mundos
y los cuerdos sólo viven en la tierra
Los locos se sienten libres
y los cuerdos... los encierran.


Danza a la Vida

sábado, 14 de marzo de 2015

Evangelio del Domingo 15 de Marzo 2015, Juan 3,14-21. IV de Cuaresma.

En aquel tiempo dijo Jesús: 
"De la misma manera que Moisés levantó en alto la serpiente en el desierto, también es necesario que el Hijo del hombre sea levantado en alto, 
para que todos los que creen en él tengan Vida eterna. 
Sí, Dios amó tanto al mundo, que entregó a su Hijo único para que todo el que cree en él no muera, sino que tenga Vida eterna. 
Porque Dios no envió a su Hijo para juzgar al mundo, sino para que el mundo se salve por él.» 
El que cree en él, no es condenado; el que no cree, ya está condenado, porque no ha creído en el nombre del Hijo único de Dios. 
En esto consiste el juicio: la luz vino al mundo, y los hombres prefirieron las tinieblas a la luz, porque sus obras eran malas. 
Todo el que obra mal odia la luz y no se acerca a ella, por temor de que sus obras sean descubiertas. 
En cambio, el que obra conforme a la verdad se acerca a la luz, para que se ponga de manifiesto que sus obras han sido hechas en Dios". 

Comentario del Evangelio por Teodoro de Mopsueste (hacia 428) obispo de Mopsueste en Cilicia, teólogo. Comentario de San Juan; CSCO 115,116
“Dios amó tanto al mundo...”

    "Que la cruz no os espante, dice el Señor Jesús, y no os haga dudar de las palabras que yo os digo.- La serpiente levantada por Moisés en el desierto era eficaz por el poder de aquel que mandaba levantarla... Del mismo modo, el Señor carga sobre si a la humanidad y sufre los dolores de la cruz,  y, gracias al poder que le habita otorga la vida eterna a los que creen en él. En tiempo de Moisés, la serpiente de bronce, sin tener vida en ella misma, gracias al poder de otro, salvaba de la muerte a los que iban a perecer por la mordedura de la serpiente venenosa, sólo con dirigir su mirada hacia el estandarte. Jesús, del mismo modo, a pesar de su apariencia mortal y lleno de sufrimientos, da la vida a los que creen en él, gracia al poder que le habita.

    Jesús continúa: “Dios amó tanto al mundo que entregó a su Hijo único para que ninguno de los que creen en él se pierda, sino que tengan la vida eterna.” Esto es un signo del amor de Dios... ¿Cómo pudo decir: -Dios ha dado a su Hijo único? Es evidente que la divinidad no puede sufrir. No obstante, gracias a su unión, la humanidad y la divinidad de Jesús son uno. Por esto, aunque sólo el hombre sufre, todo lo que toca a su humanidad se atribuye también a su divinidad...

    San Pablo, para mostrar esta grandeza de la pasión, dice: “Si lo hubieran conocido, no habrían crucificado al Señor de la gloria.” (cf 1Cor 2,8) Quiere revelar, dando este título a Jesús, la gloria de su pasión. Del mismo modo, Nuestro Señor, para mostrar la riqueza de su amor a través de los sufrimientos padecidos, declara muy acertadamente: “Dios ha dado a su Hijo único.”

viernes, 13 de marzo de 2015

Papa Francisco convoca histórico Jubileo extraordinario: Año Santo de la Misericordia

Papa Francisco convoca histórico Jubileo extraordinario: Año Santo de la MisericordiaVATICANO, 13 Mar. 15 / 12:30 pm (ACI/EWTN Noticias).- El Papa Francisco anunció este viernes 13 de marzo en la Basílica de San Pedro la celebración de un Jubileo de la Misericordia, un Año Santo extraordinario.
Este Jubileo comenzará con la apertura de la Puerta Santa en la Basílica Vaticana durante la Solemnidad de la Inmaculada Concepción el 8 de diciembre y concluirá el 20 de noviembre de 2016 con la solemnidad de Cristo Rey del Universo.
El Pontífice anunció el Año Santo así: “queridos hermanos y hermanas, he pensado a menudo en cómo la Iglesia puede poner más en evidencia su misión de ser testimonio de la misericordia. Es un camino que inicia con una conversión espiritual. Por esto he decidido convocar un Jubileo extraordinario que coloque en el centro la misericordia de Dios. Será un Año Santo de la Misericordia, Lo queremos vivir a la luz de la palabra del Señor: 'Seamos misericordiosos como el Padre'”.
“Estoy convencido de que toda la Iglesia podrá encontrar en este Jubileo la alegría de redescubrir y hacer fecunda la misericordia de Dios, con la cual todos somos llamados a dar consuelo a cada hombre y cada mujer de nuestro tiempo. Lo confiamos a partir de ahora a la Madre de la Misericordia para que dirija a nosotros su mirada y vele en nuestro camino”.
El anuncio, que coincide con el segundo aniversario de su elección como Sucesor de San Pedro, lo realizó el Santo Padre durante la homilía que pronunció en la celebración penitencial con la que dio inicio a la iniciativa “24 horas para el Señor”, alentada y a cargo del Pontificio Consejo para la promoción de la Nueva Evangelización.
La iniciativa ha sido acogida en todo el mundo con el fin de promover la apertura extraordinaria de las iglesias y favorecer la celebración del sacramento de la Reconciliación.
El Jubileo de la Misericordia busca resaltar además la importancia y la continuidad del Concilio Vaticano II, que concluyó hace 50 años.
La misericordia es uno de los temas más importantes en el pontificado del Papa Francisco quien ya como obispo escogió como lema propio “miserando atque eligendo”, que puede traducirse como “Lo miró con misericordia y lo eligió” o “Amándolo lo eligió”.
El desarrollo de este Año se hará notar en numerosos aspectos. Las lecturas para los domingos del tiempo ordinario serán tomadas del Evangelio de Lucas, conocido como “el evangelista de la misericordia”.
Este apelativo al evangelista que no conoció en persona a Cristo viene dado por ser el único que relata algunas de las parábolas más emblemáticas, como la del hijo pródigo, la del buen samaritano o la oveja perdida.
En el Domingo de la Divina Misericordia -fiesta instituida por San Juan Pablo II, que se celebra el domingo siguiente a la Pascua- se leerá y publicará la bula del Año Santo junto a la Puerta Santa de la Basílica de San Pedro. 
El rito inicial del Jubileo es la apertura de la Puerta Santa. Se trata de una puerta que se abre solamente durante el Año Santo, mientas el resto de años permanece sellada. Tienen una Puerta Santa las cuatro basílicas mayores de Roma: San Pedro, San Juan de Letrán, San Pablo Extramuros y Santa María Mayor.
El rito de la apertura expresa simbólicamente el concepto que, durante el tiempo jubilar, se ofrece a los fieles una “vía extraordinaria” hacia la salvación. Luego de la apertura de la Puerta Santa en la Basílica de San Pedro, serán abiertas sucesivamente las puertas de las otras basílicas mayores.
Los orígenes del Jubileo se remontan al judaísmo. Este Año santo se celebraba cada 50 años, y durante el mismo se debía restituir la igualdad a todos los hijos de Israel, ofreciendo nuevas posibilidades a las familias que habían perdido sus propiedades e incluso la libertad personal.
Por otro lado, a los ricos, el año jubilar les recordaba que llegaría el tiempo en el que los esclavos israelitas, llegados a ser nuevamente iguales a ellos, podrían reivindicar sus derechos.
La Iglesia inició la tradición del Año Santo con el Papa Bonifacio VIII, en el año
1300, quién previó la realización de un jubileo cada siglo.
Desde el año 1475 –para permitir a cada generación vivir al menos un Año Santo- el  jubileo ordinario comenzó a espaciarse cada 25 años.
Un jubileo extraordinario, como es el caso del que proclamará el Papa Francisco, en cambio, se proclama con ocasión de un acontecimiento de particular importancia.
Los Años Santos ordinarios celebrados hasta hoy han sido 26. El último fue el Jubileo del año 2000, proclamado por San Juan Pablo II.
La costumbre de proclamar Años Santos extraordinarios se remonta al siglo XVI. Los últimos de ellos, celebrados el siglo pasado, fueron el de 1933, proclamado por Pío XI con motivo del XIX centenario de la Redención, y el de 1983, proclamado por Juan Pablo II por los 1950 años de la Redención.
La Iglesia católica ha dado al jubileo hebreo un significado más espiritual que consiste en un perdón general, una indulgencia abierta a todos, y en la posibilidad de renovar la relación con Dios y con el prójimo. De este modo, el Año Santo es siempre una oportunidad para profundizar la fe y vivir con un compromiso renovado el testimonio cristiano.
Estos son los años jubilares con los respectivos Papas:
1300: Bonifacio VIII
1350: Clemente VI
1390: proclamado por Urbano VI, presidido por Bonifacio IX
1400: segundo jubileo de Bonifacio IX
1423: Martín V
1450: Nicolás V
1475: proclamado por Pablo II, presidido por Sixto IV
1500: Alejandro VI
1525: Clemente VII
1550: proclamado por Pablo III, presidido por Julio III
1575: Gregorio XIII
1600: Clemente VIII
1625: Urbano VIIIBOLLETTINO N. 0187 - 13.03.2015 16
1650: Inocencio X
1675: Clemente X
1700: Abierto por Inocencio XII, concluidopor Clemente XI
1725: Benedicto XIII
1750: Benedicto XIV
1775: proclamado por Clemente XIV, presidido por Pío VI
1825: León XII
1875: Pío IX
1900: León XIII
1925: Pío XI
1933: Pío XI
1950: Pío XII
1975: Pablo VI
1983: Juan Pablo II
2000: Juan Pablo II
2015: Francisco
En los años 1800 y 1850 no hubo Jubileo a causa de las circunstancias políticas de la época.

Evangelio del Sábado 14 de Marzo 2015, Lucas 18,9-14. III Cuaresma.

En aquel tiempo, refiriéndose Jesús a algunos que se tenían por justos y despreciaban a los demás, dijo también esta parábola:
"Dos hombres subieron al Templo para orar: uno era fariseo y el otro, publicano. 
El fariseo, de pie, oraba así: 'Dios mío, te doy gracias porque no soy como los demás hombres, que son ladrones, injustos y adúlteros; ni tampoco como ese publicano. 
Ayuno dos veces por semana y pago la décima parte de todas mis entradas'. 
En cambio el publicano, manteniéndose a distancia, no se animaba siquiera a levantar los ojos al cielo, sino que se golpeaba el pecho, diciendo: '¡Dios mío, ten piedad de mí, que soy un pecador!'. 
Les aseguro que este último volvió a su casa justificado, pero no el primero. Porque todo el que se ensalza será humillado y el que se humilla será ensalzado". 


Comentario del Evangelio por San Gregorio Magno (c. 540-604), papa y doctor de la Iglesia.   Morales.
Una brecha abierta.

    ¡Con qué precaución pretendía el fariseo que subía al templo para la oración ayunar dos veces por semana y dar el diezmo de todo lo que ganaba! Había fortificado bien la ciudadela de su alma. Se decía: “Dios mío, te doy gracias.” Se ve claro que había venido con todas la precauciones imaginables para estar seguro ante Dios. Pero dejó un espacio abierto y expuesto al enemigo cuando añade: “porque no soy como el resto de los hombres....ni como ese publicano.” (Lc 18,11) Así, por la vanidad ha dejado entrar al enemigo en la ciudadela de su corazón que lo tenía, no obstante, bien fortificado por sus ayunos y sus limosnas.
    Todas las precauciones son inútiles cuando queda en nosotros una rendija por dónde entrar el enemigo... Este fariseo había vencido la gula por la abstinencia; había dominado la avaricia por su generosidad... Pero ¿cuántos esfuerzos en vista a esta victoria han sido anulados por un solo vicio, por la brecha de una sola falta?
    Por esto, no basta con pensar en practicar el bien, sino que hay que vigilar nuestros pensamientos para guardarlos puros en las buenas obras. Porque si son una fuente de vanidades o de orgullo en nuestro corazón, nuestros esfuerzos estarían llenos de vana gloria y no servirían a la gloria del Creador".



jueves, 12 de marzo de 2015

Evangelio del Viernes 13 de Marzo 2015, Marcos 12,28b-34. III Cuaresma.

En aquel tiempo un escriba se acercó a Jesús y le preguntó: 
«¿Cuál es el primero de los mandamientos?».
Jesús respondió: "El primero es: Escucha, Israel: el Señor nuestro Dios es el único Señor; 
y tú amarás al Señor, tu Dios, con todo tu corazón y con toda tu alma, con todo tu espíritu y con todas tus fuerzas. 
El segundo es: Amarás a tu prójimo como a tí mismo. No hay otro mandamiento más grande que estos". 
El escriba le dijo: "Muy bien, Maestro, tienes razón al decir que hay un solo Dios y no hay otro más que él, y que amarlo con todo el corazón, con toda la inteligencia y con todas las fuerzas, y amar al prójimo como a sí mismo, vale más que todos los holocaustos y todos los sacrificios". 
Jesús, al ver que había respondido tan acertadamente, le dijo: "Tú no estás lejos del Reino de Dios". Y nadie se atrevió a hacerle más preguntas". 


Comentario del Evangelio por San Basilio (c. 330-379), monje y obispo de Cesárea en Capadocia, doctor de la Iglesia Grandes Reglas monásticas, Q 1-2"Los dos mandamientos del amor".

    "Pregunta: Os pedimos, primeramente, que nos digáis si los mandamientos de Dios tienen un cierto orden. ¿Hay un primero, un segundo, un tercero, y así sucesivamente?...
    Respuesta: El Señor en persona determinó el orden que debían seguir sus mandamientos. El primero y más grande es el de guardar al amor a Dios, y el segundo,  que le es semejante, o mejor dicho, es su cumplimiento y consecuencia, se refiere al amor al prójimo…
    Pregunta: Háblenos, primero, del amor de Dios. Se sabe que hay que amar a Dios, pero ¿cómo hay que amarle?...
    Respuesta: El amor a Dios no se enseña. Nadie nos ha enseñado a gozar de la luz ni a estimar la vida por encima de todo; tampoco nadie nos ha enseñado a amar a los que nos han dado la vida y nos han educado. Igualmente, o con más razón aún, no es a través de una enseñanza exterior por la que aprendemos a amar a Dios. En la misma naturaleza del ser viviente –quiero decir del hombre- existe una especie da germen que contiene en sí mismo el principio de esta capacidad de amar. Es en la escuela de los mandamientos de Dios que se debe recoger este germen, cultivarlo diligentemente, alimentarlo cuidadosamente, y llevarlo a su desarrollo mediante la gracia divina. Apruebo vuestro celo, es indispensable para alcanzar la meta…
    Hay que saber que esta virtud de la caridad es una, pero es más poderosa que todos los mandamientos, porque: “El que me ama, guardará mi palabra” (Jn 14,23), y también: “Estos dos mandamientos contienen toda la ley y los profetas” (Mt 22,40).

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